Here Lies... {Libre}

Here Lies...

Death City - Cementerio • Libre • Atardecer, 19;00

Es curioso. ¿El qué, preguntaras? Simplemente todo. Hacia casi cuatro años en los que mis pies habían guiado a mi mente a un mundo mas amplio de lo que yo lo concibia, al fin y al cabo estaba acostumbrado a vivir siempre en Death City, pero quise expandir mi mundo, o quizás esa fue la excusa que le puse a Lightning para no confesar que esperar a que volviera, si lo hacia, iba a ser una tortura, era mejor mantenerme ocupado y ¿que mejor para eso que salir en búsqueda de aventuras, al fin y al cabo yo quería cambiar la historia, y la historia no se cambia sentado, hay que levantarse. Durante esos años en los que estuve fuera he de decir que sin Lightning sentí una reducción exponencial de la diversión, para nosotros cazar almas y brujas siempre había sido nuestro juego, pero por alguna razón y aunque podía hacerlo sin su ayuda, dado que era una Death Scythe, y que ya tenia experiencia acumulada, sentía que todo era mas soso, no tenia que esforzarme para superarla porque ese era nuestro juego, demostrar quien era mas grande, ella afirmaba que jamas podría compararme a ella y yo decía que eso era verdad, dado que yo ya estaba por encima, podría sonar egolatra, pero lo curioso es que es de la mayor modestia que podrías ver.

Ni si quiera fui a mi apartamento, cosa que deseaba, simplemente mis pies me llevaron a otro sitio, el cementerio, tenia que hablar con alguien y no, dado que no soy médium podrás entender que lo digo de una forma metafórica. Casi sin fijarme por donde iba giraba, seguía y finalmente me paré en una lapida, la de mi madre. Me mantuve en silencio sepulcral, valga de nuevo la redundancia, y no dije nada, simplemente podría murmurar alguna cosilla.

-He vuelto. -fue un murmullo que se escapo de mis labios, al mismo tiempo que el suave aire agitaba mi pelo moviendolo muy lentamente. -Ella no está. -añadí un par de palabras después. -Volverá. -ya no sabia si se lo decía a mi madre, a mi mismo, o al escribano del destino, estuviera donde estuviera.

Desenvaine mi espada y por el mango la sostuve ante de hacer una floritura y clavarla en el suelo, haciendo que la hoja atravesara un par de centímetros en la tierra, en posición de sumisión y con los dos puños sobre el mango me puse de rodillas, incliné la cabeza hacia el suelo y mis cabellos, algunos afortunados, parecieron quedarse ingrávidos, suspendidos en la nada. Y al mismo tiempo que aguantaba esa posición formulaba una especie de réquiem, hace cinco años mi madre murió, y creo que jamas me lo he perdonado, pero eso es algo que queda entre Kami, y yo. Tengo otros asuntos que me mantienen con vida, por ejemplo buscar que esta pasando que me provoca esta sensación de inminente peligro. Retire la espada con cuidado y con la mano retire una cristalina lagrima que se había escapado, tome aire, y me gire dispuesto a irme.

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